Karin es descrita por su familia, amigas y colegas, como una persona muy humana, con una vocación de servicio que saltaba rápidamente a la vista. Una dedicación que dividía entre sus “pacientitos” -como ella les decía- de la Unidad de Pediatría, con su amor por los animales, como Martín y Herminda, perritos que vivían en el hospital y que ella los bautizó así en referencia al nombre del recinto asistencial.
“Era muy amante de los animales, dejaba de comer ella por alimentar los perros, decía que era la voz de los sin voz, porque decía que los animales no podían hablar, o no les entendemos, pero siempre andaba preocupada de sus animalitos”, cuenta Patricia una de sus colegas y amiga cuyo nombre fue reemplazado para resguardar su identidad.
Pese a estudiar en un liceo comercial, le gustó el área de salud por lo que estudió Técnico en Enfermería. Nunca quiso ser enfermera, porque decía que el uniforme azul cambiaba y además con lo que tenía le alcanzaba para vivir. Sus papás no tenían mala situación económica, entonces se ayudaban.
Una funcionaria humanitaria
Las cosas se dificultaron en mayo de 2015 cuando murió su mamá, lo que le afectó de manera importante debido a que era su “regalona”. Pese al dolor, volvió a su trabajo, confiando en lograr sanar sus heridas con sus pequeños pacientes, derrochando cariño y preocupación.
Muchas familias que tuvieron a sus hijos internados en la sección pediátrica la recuerdan con cariño y son decenas los mensajes que dejan en sus redes sociales, recordando su compromiso con los pequeños pacientes.
Personas de Pinto, Bulnes, Recinto, Yungay, no dejan de elogiarla, recordando detalles tan mínimos, pero significativos, como prestarles audífonos, e instalar una televisión para que los niños pudieran distraerse.
Celebraba sus cumpleaños, incluso hubo una pequeña a la que apadrinó tras ser abandonada por sus padres en el hospital luego de su nacimiento. También consiguió que una familia amiga la adoptara, aunque de caso contrario no descartaba ella misma hacerse cargo, dado que la pequeña presentaba una compleja enfermedad. Hoy, ya de 8 años, la niña vive con su nueva familia gracias a Karin.
Era común verla en los funerales de sus pequeños pacientes que no habían logrado superar sus enfermedades, o visitándolos cuando eran dados de alta, algunos de ellos incluso en sectores rurales.
Sin embargo, todo su esfuerzo se derrumbó en enero de 2018. El hospital donde trabajaba inició un sumario por una denuncia de hurto de insumos. Ella fue llamada como testigo y terminó siendo castigada.
Su duro proceso lo dejó registrado en una sentida carta que hizo llegar a las autoridades, que ahora tras lo sucedido, aparece como la prueba principal de lo que le sucedió, como anticipando que no sería ella quien finalmente contaría su historia.
Comprobar un caso de acoso es complejo, especialmente por lo difícil de reunir las pruebas. Sin embargo, según cuentan cercanos, antes de su muerte, Karin dejó todos los antecedentes como “miguitas de pan” para que su caso fuera investigado como corresponde, en un anhelo póstumo de conseguir justicia.
El inicio del calvario
En ese documento, Karin relata que la investigación se inició luego de la desaparición de cajas de curaciones, que según revelaron cámaras de seguridad instaladas en secreto en el lugar, fueron sustraídas por una de sus compañeras.
Como era una colega, Karin fue citada a declarar por el fiscal a cargo, Ricardo Sánchez, quien estuvo acompañado por la actuaria y abogada, Paola Galaz. Esta última asumió luego la instrucción del sumario y actualmente ejerce como jefa del departamento jurídico en el Servicio de Salud Ñuble, donde trabaja con Sánchez, director de este organismo de salud.
“Me hicieron varias preguntas con respecto a la acusada, respondiendo de manera sincera como debe ser bajo juramento”, relató Karin en el escrito, agregando en su testimonio que no podía asegurar que la TENS imputada era quien efectivamente había sacado algo.
Es más, contó que era común que la enfermera jefe prestara las cajas de curaciones para ser devueltas al otro día, antes de que se realizara el conteo diario, “préstamos” que eran registrados en un libro, pero que no estaban permitidos. Una manera de regular una práctica que en -en el papel- era irregular.
El primer fiscal de ese sumario, actualmente director del Servicio de Salud Ñuble, le habría sugerido que omitiera esa declaración, para evitar perjudicar a quien era su superior.
“Qué van a decir tus jefas”, le advirtió, según relató Karin en su escrito.
A sólo minutos de terminar su declaración, al bajar las escaleras, se encontró con su jefa directa, quien ya estaba al tanto de su comentario ante el fiscal, enrostrándole haberla involucrado en el sumario. Pese a que la declaración supuestamente era secreta, le dijo que la jefa de enfermeras del hospital la llamó para “prevenirla” porque con el testimonio de Karin podrían “echarlas” a ambas.
Por lo mismo, Karin escribió que se ofreció para decir que había sacado las cajas sin el permiso de su superior, por lo que la habían reprendido y que las había devuelto, pero sin cambiar el resto de la declaración.
Luego de ese incidente, en una segunda declaración, Karin cumplió su palabra, pero para su sorpresa el fiscal se negó a reconocer que le había sugerido no mencionar el hecho que salpicaba directamente a su jefatura.
“En ese momento empieza todo mi calvario”, dice Karin en su carta.
Luego, al conocer el sumario, con estupor pudo leer las declaraciones de su jefa, donde se planteaba que era una mala funcionaria, que mantenía mala relación con sus pares y enfermeras, haciendo ver que era conflictiva.
A eso se sumó que su colega que estaba a cargo de los vales y del registro le dio la espalda y declaró en los mismos términos que su enfermera jefa, pese a las evidencias que incluso fueron manipuladas, como el famoso libro de registros, según cuenta Karin en su defensa.
Esta última versión es respaldada por Patricia, quien agrega que en esa alteración se cambiaron nombres de enfermeras que habían sacado material, para colocar nombres de TENS, para así zafar de una eventual sanción, apoyados por un abogado que las orientó para dar una misma versión.
Funcionarias aseguran que la enfermera jefe hizo una reunión exclusiva para informar cómo iban a funcionar los vales, para evitar que las cajas se extraviaran y llevar un control.
Incluso, Karin recibió una anotación de demérito y una fuerte reprensión de la jefa de gestión de Enfermería, por alimentar a Martín y Herminda, los perritos del hospital.
Desde el Colegio Nacional de Técnicos en Enfermería (Conatens) informaron que a mayo de este año, han recolectado cerca de 60 denuncias de acoso laboral en distintos recintos asistenciales.
Mobbing
“Todo esto me llevó abajo anímica y psicológicamente, en mi trabajo no daba más ya que debía trabajar con la colega que me falló sabiendo que todo lo que yo decía era verdad”, se lee en la carta. Patricia coincide.
“Me consta porque trabajé 20 años con ella y esos 20 años jamás la vi sacar cosas a granel como hablaban ahí, de que se llevaba bolsas de cosas”, asevera.
Y añade: “Primero que nada había un control, existía una bodega con una persona encargada, por lo que era imposible sacar las cosas a granel. Si es que sacó en alguna oportunidad, fue una gasa, una jeringa, un apósito, que ella los pedía”.
La desazón de Karin se acrecentó más aún viendo que las personas a cargo del sumario no ocultaban la cercanía que tenían con las enfermeras jefas, siendo vistas compartiendo algún café en las instalaciones del hospital.
Relata también que la enfermera jefa exigió a sus colegas que no se relacionaran con ella y tomó represalias con quienes se atrevieron a apoyarla. A otra colega que también realizaba reemplazos, le habría dicho que si no cambiaba su testimonio en contra de Karin, nunca más la iban a llamar para realizar reemplazos.
“Si tú no dices que Karin estaba mintiendo, no vas a tener más reemplazos en el hospital”, la habría amenazado, según contó Karin. Su relato prosigue.
“Esto me ha hecho mucho daño al punto de llorar y sentirme vulnerable de estar frente a personas de mayor rango y, como se dice, el hilo se corta por lo más delgado”.
Karin estaba bajo la modalidad de contrata, es decir, renovando cada año su contrato, y con grado 22, que a la fecha significa un sueldo de 599 mil pesos, que le significaba vivir con lo justo. Por eso la sanción que le cayó fue un verdadero mazazo.
El sumario terminó con la medida disciplinaria de “suspensión del empleo por 30 días, con goce de un 70% de las remuneraciones de acuerdo a los artículos 121 y 124 del Estatuto Administrativo, por falta al principio de probidad administrativa”. A eso se sumó una constancia en la hoja de vida mediante una anotación de demérito de seis puntos, con lo que quedó con nota 1, y pese a la intervención de la Fenats, no tuvo suerte.
Esto último luego de que reconociera sacar algunos insumos en situaciones extraordinarias y posiblemente bajo el sistema de vales que habría implementado su superior.
“Mi actuar de sacar una caja era porque la señora a quien hice esta curación no tenía beneficio de enfermería a domicilio, y por su condición de salud, sin poder moverse”, reconoció en su carta.
“Ayudé a esta persona sin importar lo que pudiera pasar, aunque siempre estuvo permitido sacar estas cajas pero para casos urgentes y yo como TÉCNICO ENFERMERÍA, no solo soy 8 o 9 horas, los soy fuera del hospital ayudando gente que yo vea que está en una situación extrema, ese fue mi motivo”, agregó.
Un último intento
En febrero de 2019, Karin fue trasladada a la bodega de farmacia, con el 50% menos de su sueldo, pese a que admitió que había tomado insumos en contadas ocasiones, aunque preocupándose siempre de devolver el material. De pasada, su jefa también recibió una amonestación, pero significativamente menor, recibiendo una calificación de 5 y una anotación de demérito, pero sin sufrir descuentos en su sueldo.
Su última opción para poder salir absuelta fue una carta que envió a Contraloría, presentando sus gastos porque al sumar y restar no pasaba el mes.
“Soy una funcionaria técnico paramédico, que dependo de mi única fuente de ingresos, cual es mi remuneración mensual (…) que es administrada de la mejor forma posible para poder cubrir, a duras penas, todas mis responsabilidades. Con mi escaso ingreso debo hacer frente a diversos gastos cotidianos como el arriendo mensual de mi vivienda, por $180.000, pagar agua $25.000, luz $38.000 y dos préstamos que suman mensualmente $222.000, esto sin considerar mis gastos mensuales de primera necesidad como lo son mi alimentación, transporte, vestimenta, salud, etc”, expuso al órgano contralor.
Pese a que la misma funcionaria que le recibió su carta le aseguró que debía quedarse tranquila porque le iba a ir bien, Contraloría determinó que desde lo formal la resolución estaba correcta, por lo que no había nada que hacer. Todas sus esperanzas se derrumbaron.
Una técnico en Enfermería que hace un turno de 8 a 5 de la tarde, a duras penas alcanza a los 500 mil pesos. Por eso, cuando Karin supo que su apelación había sido rechazada, entre lágrimas de desconsuelo le comentó a sus cercanas: “Con esto me mataron”.
Como el dinero no le alcanzaba para vivir y al verse en esta situación de desamparo económico, cayó en una profunda depresión. A ello se suma, según sus cercanos, el hostigamiento de sus jefes, que incluso echaron a correr el rumor que ella había sido sorprendida robando.
Le dieron el premio a la mejor compañera, pero la jefa pidió que no se lo dieran porque estaba en un sumario, un sumario que sin embargo no era para ella, dejándola sin el reconocimiento que venía a desmentir la versión “oficial” sobre su supuesta personalidad conflictiva.
Según su hermana, Claudia, la jefa directa amedrentó a sus colegas luego que la eligieran mejor compañera. Una de ellas, por ejemplo, jamás volvió a ser llamada para hacer reemplazos en el hospital.
Patricia, por su parte, cuenta que hubo momentos en que sus colegas comenzaron a organizarse para llevarle comida, porque no tenía ni un peso. Una de ellas incluso fue a pedir una caja de alimentos de las que habitualmente reunían para ir en apoyo de funcionarios, pero tácitamente se la negaron.
“Lo vamos a ver”, fue la respuesta para una ayuda que nunca se concretó.
Su último turno
En octubre de 2019 dio un primer “aviso”, cuando intentó suicidarse sin éxito. Sus colegas pidieron ayuda para que el hospital le proporcionara ayuda profesional, desde donde consiguieron una hora con un siquiatra pero para un mes más, sin que nadie la derivara a la ACHS o le diera alguna atención inmediata, pese a estar rodeada de médicos.
Al final, un pediatra que conocía a Karin, de su bolsillo pagó una consulta con un siquiatra, porque ella no comía ni dormía pensando en el sumario. Su conversaciones con sus amigas todas giraban en torno a la investigación y prácticamente podía recitar de memoria el documento.
Luego de ese primer episodio, Karin nunca más volvió a trabajar. Su último turno fue el 11 de octubre, fue su última vez distribuyendo los medicamentos, los insumos y los sueros por el hospital, en una labor que generaba cierto temor en sus colegas. Era llevarla a la “boca del lobo”, aseguran, tomando en cuenta su depresión y que ahí tenía acceso a todo tipo de fármacos.
Finalmente, un mes después de ese incidente, el 12 de noviembre de 2019 Karin decidió no vivir más. A los 40 años, ese día, a eso de las once de la noche, en la casa de Claudia recibieron un llamado que contestó su marido.
“Es la Karin”, le alcanzó a decir. De inmediato supo que su hermana había tomado la decisión.
Al día siguiente, los servicios de Lavandería y Cocina paralizaron sus actividades por dos días, para manifestarse en contra del sumario que se le realizó, en medio de gritos de “Justicia para Karin”.
Según narra el entorno de Karin, cuando sacaron su cuerpo del Servicio Médico Legal, ubicado en el mismo terreno del hospital, el contraste fue brutal. Mientras era trasladada en un cortejo escoltado por una gran cantidad de funcionarios, unos pisos más arriba parte de su jefatura celebraba el aniversario de un programa de Fundación Integra junto con el cumpleaños de uno de los profesionales, entre aplausos y risas.
Las fotos de la celebración circularon rápidamente entre los funcionarios de todo el recinto y, obviamente, en redes sociales. Tanto así, que el propio director tuvo que llamar a la enfermera responsable, quien fue una de las que se acogió a licencia por la ACHS.
En los vestidores de las funcionarias la pesadumbre se podía cortar con un cuchillo. Fue entonces que ingresó una de las jefas.
“Karin murió”, le comentaron las funcionarias.
“¿Qué Karin?”, respondió haciéndose la desentendida, lo que le valió una dura respuesta.
“¡Pero señora, por Dios, cómo puede usted decir eso!”.
Tras lo sucedido, la Fenats presionó lográndose que la jefa de Pediatría y la subdirectora de Gestión de Cuidados de Enfermería fueran removidas de sus puestos. Sin embargo, ambas estuvieron con licencia otorgadas por la ACHS y recibieron la atención psiquiátrica que Karin nunca recibió.
Ninguna de las dos enfermeras que salieron con licencia se las ha vuelto a ver en el hospital, relatan funcionarias.
La demanda
Hoy su hermana tomó la bandera de lucha, para dejar un testimonio y marcar un precedente, que se luchó por Karin, por la “Mimi” como le decían, por limpiar su nombre y hacer justicia.
No han querido dar a conocer los nombres de las personas apuntadas como responsables del acoso, se han negado a hacer funas por redes sociales, por sus familias y para que lo principal sea que se conozca la verdad.
Un año tras su muerte, y luego de lograr recuperarse en algo del dolor por la pérdida, su hermana Claudia interpuso ante el Juzgado de Letras del Trabajo una demanda de indemnización de perjuicios por enfermedad y accidente laboral en contra del Servicio de Salud Ñuble, por el hostigamiento, acoso, enfermedad y accidente laboral “lo que la llevó a quitarse la vida”.
De acuerdo al escrito legal, existió “culpa o dolo tanto de parte de su empleador, en el hecho o circunstancia de no haber adoptado, tomado o previsto en forma eficaz las medidas de seguridad correspondientes y necesarias para proteger la salud física y síquica y finalmente la vida de la funcionaria del hospital de Chillan”.
En ese sentido insiste en que “el demandado en su obligación de cuidado, no dio cuenta oportunamente a los organismos de seguridad laboral competente de las afecciones sicológicas de la funcionaria, por el contrario se le sometió a mayor presión, a mayores maltratos por sus superiores, dependientes de la demandada, sometiendo además a la funcionaria a sumario y sanciones antojadizos y forzados en que no fueron respetados sus derechos funcionarios; lo cual derivó en el agravamiento de sus dolencias psíquicas y físicas que terminaron con su vida”, señala la demanda presentada por el abogado José Luis Neira Véjar.
Al revisar además el sumario, la defensa acusa una falta de fundamento tanto en la resolución, como en el rechazo de la apelación, lo que en estricto rigor invalida la resolución administrativa, porque la convierte en infundada y eso hace que sea arbitraria, algo con lo cual los Tribunales de Justicia son intransigentes y que han terminado por lo general en triunfos para los demandantes.
El tribunal acogió la demanda, por lo que en septiembre comenzará el juicio.
Consultados al respecto, desde el hospital aseguran que el sumario se realizó cumpliendo con todos los procedimientos establecidos y fue tomado de razón por la Contraloría General de la República.
“Además de lo anterior, la funcionaria hizo uso de su derecho de reclamación ante el órgano contralor, que con fecha 16 de mayo de 2019, responde ratificando que todo el procedimiento se había ajustado a derecho”, agregan.
Por último, indican que “es importante precisar que en este caso no existe enfermedad profesional acreditada de parte de la entidad calificada, la mutual de seguridad a la que está adscrita el establecimiento hospitalario”.
No responden porqué Karin no fue derivada a la ACHS dados sus antecedentes médicos y el primer intento de suicidio que protagonizó.
“Karin Dog Lover”
Si bien en algún momento discutieron la posibilitad de pedir $1 de indemnización, pensando en que lo que realmente les interesaba era que se investigara y se determinaran los eventuales culpables de lo sucedido y marcar un precedente, finalmente decidieron aumentar la cifra, monto con el cual buscan perpetuar el legado de Karin a través de una fundación animalista, “Karin Dog Lover”, en Chillán.
“Hay mucha rabia y rencor en este país, la idea es que la gente se informe y pueda buscar solución, por eso nuestra campaña se llama ‘No más otra Karin’, que no vuelva a suceder”, dice su hermana.
En el Parque Las Flores de Chillán, camino a Pinto, está sepultada Karin. Hasta ahí han llevado a sus mascotas, entre gemidos como si supieran que su humana descansa en ese camposanto.
Patricia cuenta que el día que Karin falleció, una amiga quiso pasar a verla, pero nadie respondió. Inquieta, ya cerca de las 11 de la noche, contactó a las colegas del hospital, quienes tampoco lograron comunicarse con Karin por teléfono.
Finalmente, acompañadas por Carabineros, la encontraron fallecida.
“Fue la peor noche de mi vida”, cuenta su amiga. “Ahora yo le puedo hablar un poco, pero fue terrible porque viví su angustia, su llanto desde adentro, de desconsuelo de ver que teniendo la razón, se la dieron a su jefa”. Patricia prosigue, con un dejo de indignación en su voz.
“Más encima habían echado a correr un rumor de que Karin había sido cambiada por haber sido sorprendida robando”.
Pese a que aún hay una foto de Karin en el sector donde las funcionarias se preparan un café en medio de los extenuantes turnos, aunque su recuerdo se percibe incluso más allá de las salas donde están las pacientes, Patricia dice: “Se nota la ausencia de Karin”.
Más de alguna baja a dar alimento a los perritos que están abandonados, pensando que eso haría Karin si estuviera aún con ellos. De hecho, las llamaba de su casa cuando no estaba en turno, para encargar a sus perritos que les dieran agua y alimento. Y cuando salía de vacaciones, les dejaba alimento comprado para que sus colegas los cuidaran.
“Ella era una persona muy humana, lo que hacía lo hacía con pasión y su entrega era sincera. Era muy sensible, les compraba café a personas en situación de calle que veía”, dice Patricia.
Citada
Claudia califica lo que sucedió con su hermana como una crueldad tremenda: “No le dieron el premio a la mejor compañera porque su jefa no quiso, eso todos coludidos con los directivos, ellos sabían y eso es lo que más duele. Por último, despedirla con su indemnización, pero no de esa manera”.
¿La echas de menos? Claudia piensa un momento la respuesta.
“Obvio… la extraño… era mi única hermana y más. Mi hija menor es igual a ella en todo sentido, la veo a ella y es ver a Karin a su misma edad”, reflexiona.
La lucha de Claudia ha concitado incluso el interés en algunos parlamentarios, por lo que fue invitada a la comisión de Mujeres y Equidad de Género de la Cámara de Diputados, donde se abordará el tema que se ha generado a raíz de los últimos casos de violencia laboral contra funcionarias de la salud.
A esa cita también fueron invitados la Inspección del Trabajo y al Ministerio de Salud para saber que está ocurriendo y como funciona el protocolo en caso de denuncia de acoso laboral.
“La normativa al respecto es clara y en este caso Claudia nos ha contado de conductas sistemáticas de abuso al interior del hospital de Chillán, reveladas por colegas de Karin”, explica la diputada Érika Olivera, quien está detrás de la invitación.
“Lo más grave del tema es que la funcionaria no recibió el apoyo ni la asistencia sicológica que necesitaba como trabajadora —prosigue— Es posible que estemos frente a un tipo de violencia sistemática en contra de trabajadoras de la salud y en medio de esta pandemia se hace urgente la asistencia personal y sicológica al personal que se ha visto exigido al límite”.
Claudia valora esta invitación, especialmente para poner en el tapete el tema del mobbing o acoso laboral, que afecta principalmente los sectores de salud, educación, retail y transporte público.
“La idea es prevenir, que no hayan más casos como el de Karin, Vanessa, Florencia, que la gente pueda decir me siento agobiada, ese es mi mensaje que quiero dar”, sostiene.
Karin dejó escrito que no quería a nadie de azul presente en su funeral, en alusión al color que visten las enfermeras. Si bien se llevaba bien con sus jefas, siempre aseguró que el uniforme las cambiaba.
“Cómo no me va a doler que cuando sacábamos su cuerpo, la enfermera directa de ella estaba celebrando el cumpleaños de un psicólogo en el Aula Hospitalaria, entonces dónde está el respeto al ser humano, al dolor de la familia, de sus amigos, de sus colegas”, alega Claudia.
“Me han pedido funar a estas personas, pero para qué. Yo lo que sí pido y apelo es a la justicia, que Chillán sepa que Karin Salgado decía la verdad y que todo el país lo sepa. Y que ellos reconozcan “se nos pasó la mano”, “pedimos las disculpas correspondientes”, “el hospital va a trabajar para que las futuras generaciones no pasen por esto”, concluye con serenidad.
La sensación de impunidad es fuerte entre las funcionarias, sobre todo sabiendo que las enfermeras apuntadas como responsables del castigo a Karin aún están trabajando en distintos puestos donde fueron reasignadas, incluso al interior del Servicio de Salud Ñuble, donde también están trabajando en altos cargos administrativos quienes eran la plana mayor del hospital en la época en que ocurrió el caso de Karin.
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