Hoy se cumplen 13 años del terremoto del 27 de febrero de 2010, un evento que dejó al descubierto las grandes falencias de nuestro país en cuanto a su preparación para enfrentar una emergencia de tal magnitud. La caída de los sistemas de comunicación de las Fuerzas Armadas, una Onemi sin recursos ni personal y la alarma de maremoto que nunca llegó, son solo algunos ejemplos de lo mal preparados que estábamos.
Sin embargo, este terremoto no fue el primero en la historia de Chile, y tampoco será el último. A lo largo del siglo XX hemos vivido otros eventos igual de trágicos, como los terremotos de 1906, 1939, 1960 y 1985, entre otros. Los chilenos debemos aceptar que vivimos en una zona sísmica y que estos eventos pueden ocurrir en cualquier momento.
Es por eso que nunca debemos descuidar las medidas de prevención y estar siempre preparados para enfrentar los súbitos azotes de bruscos movimientos terráqueos. Es especialmente necesario educar a los niños desde temprana edad para que comprendan que se trata de fenómenos naturales, sepan guardar calma y sepan qué hacer en caso de una emergencia.
A pesar de los avances logrados en los últimos años, a 13 años del terremoto del 27F todavía queda mucho por hacer para superar las dramáticas consecuencias de aquel evento. Pero más importante aún es saber si hemos aprendido la lección del 27F y si los organismos de emergencia y el aparato estatal están preparados para reaccionar y actuar prontamente ante una emergencia similar. Porque, dadas las características de nuestro país, lo único seguro es que en algún momento, ojalá en varias décadas más, volveremos a hablar de reconstrucción.
Por lo tanto, es fundamental que las instituciones se preparen de manera adecuada para responder de manera efectiva ante una emergencia. Esto implica una planificación clara y precisa, capacitación del personal, coordinación entre diferentes instituciones y organizaciones de la sociedad civil, disponibilidad de recursos y una evaluación continua para la mejora. Debemos estar siempre preparados, ya que Chile es un país de catástrofes: si no son los terremotos, son los incendios forestales u otros fenómenos naturales.
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