A las 23:32 horas del 24 de enero de 1939, un violento sismo sacudió una amplia zona geográfica desde Valparaíso a Temuco.
La cifra oficial de víctimas fue de 24 mil, pero algunos calcularon que los fallecidos llegaron a los 30 mil, aunque sólo 5.685 fueron identificados.
De acuerdo al Centro Sismológico Nacional (CSN) de la Universidad de Chile, el epicentro se situó cerca de Quirihue, a 72 kilómetros al oeste de Chillán y con una profundidad de 100 kilómetros. Tuvo una magnitud de 8,3 Richter y una intensidad X en la escala de Mercalli.
Chillán, Cauquenes, San Carlos, Cobquecura, Coelemu, Ñipas, Florida, Quillón, Yumbel, Rafael, Tomé, Lirquén, Penco, Concepción y Talcahuano fueron las ciudades más afectadas.
Sin embargo, el terremoto fue conocido como el de Chillán porque más de la mitad de las construcciones de esta ciudad se desplomó.
El connotado sismólogo alemán-mexicano Cinna Lomnitz describió en su libro Geofísica Panamericana (1971) que los daños que sufrió Chillán se debieron a que la gran mayoría de sus viviendas eran construcciones de adobe, «pero también sufrieron daños importantes las construcciones de otro tipo; esto debe vincularse con la virtual ausencia de normas de ingeniería y disposiciones contra las fuerzas laterales».
Además de estos daños, se interrumpieron los servicios de electricidad, teléfono, telégrafo y la estación de ferrocarril quedó en el suelo, lo mismo que manzanas completas de casas chillanejas.
Al día siguiente del terremoto, el 25 de enero de 1939, el presidente de la época, Pedro Aguirre Cerda, se trasladó en tren hasta Linares y de ahí en automóvil a Concepción, visitando los sitios afectados para abordar desde allí la respuesta inmediata a la tragedia
Esta experiencia útil que el mandatario radical impulsará una ley para exigir nuevas normas de ingeniería en las construcciones, debiendo contar desde ese mismo año con una estructura antisísmica.
La zona afectada no solo recibió la ayuda de los chilenos, sino que vino también desde Argentina y de los barcos de guerra ingleses que se hallaban en aguas nacionales debido a la ya casi declarada Segunda Guerra Mundial.
Tanto el mundo público como privado iniciaron campañas para ayudar a los miles de damnificados de la zona, que terminó la creación de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), con el objeto de ayudar a la formación de sociedades anónimas controladas por el Estado .
Además, se crearía la Corporación de Reconstrucción y Auxilio, la actual Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (Onemi), para prestar ayuda a los damnificados.
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