Durante su carrera se ha desempeñado como profesora titular de la Facultad de Ciencias Forestales y subdirectora del Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción. Además, forma parte de la Asociación Red de Investigadoras en Chile y, desde 2017, es delegada de la IUFRO Tree Biotechnology. Gracias a su trayectoria, este año fue nombrada como seremi de Ciencias, Tecnología, Conocimiento e Innovación de la Macrozona Centro Sur, que abarca las regiones de O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío.
¿Qué significó para usted que la eligieran como seremi de CTCI?
Fue una linda sorpresa, no me imaginé que iba a estar en este cargo. Estaba un día almorzando y me llama el ministro Flavio Salazar y me dice que iba a representar al Ministerio en esta Macrozona. Fue realmente sorpresivo porque he hecho toda mi carrera en la academia, en la universidad, y ahora estar en este otro cargo tiene desafíos totalmente distintos. Sin embargo, en estos cuatro meses lo he pasado bastante bien. Es entretenido. Hay hartas cosas que se pueden hacer, hay varios desafíos y hay un buen equipo que se está coordinando a nivel nacional.
¿Cree que la figura de su padre, ingeniero agrónomo y profesor emérito de la Universidad de Concepción, influyó al elegir su vocación?
Desde chiquititos, junto con mis hermanos, él nos hacía preguntas capciosas así como para engañarnos o tratar de engañarnos para que no creyéramos lo primero que nos decían. Entonces creo que siempre estuvo el entorno de cuestionarlo todo, de preguntarse las cosas y el área vegetal, que es donde él también estaba, me interesó bastante. Aunque mi madre también nos apoyaba para hacer lo que queríamos y no lo que él nos dijese que debiéramos ser, creo que el entorno familiar nos fortaleció mucho en ese sentido. Nos dejaron ser lo que queríamos ser a cada uno.
¿En qué momento de su vida decidió ser científica?
Cuando era niña no tenía tan claro que me gustaba la ciencia y que quería ser científica y en esa época no había tantos modelos de científicos y científicas en el mundo, pero ya en séptimo u octavo básico sentí que la investigación era lo mío. Estaba en mi ADN y tenía que hacer algo con la ciencia. El área lo fui descubriendo con el tiempo, al principio pensaba en el área médica, pero me di cuenta que no era lo mío porque veo un poco de sangre y casi me desmayo, así que era imposible irme por el lado humano o animal, ya en el segundo año de universidad cambié al área vegetal.
¿Considera que como mujer ha tenido dificultades en el mundo de la investigación?
Personalmente no tantas, como otras colegas que he conocido, pero cuando empecé en la carrera académica me di cuenta de las brechas de género que existen. Llevamos más de 100 años con universidades en Chile y seguimos con la brecha 30-70, 70% de la investigación liderada por hombres y 30% por mujeres. Tengo algunas anécdotas como que de repente era la única mujer en reuniones y los colegas hombres decían: “¿tú vas a tomar notas, cierto?” Y yo decía que no, porque no correspondía. Y aún habiendo mujeres capaces, todavía hay seminarios donde solo participan hombres.
¿Cómo cree usted que se pueden disminuir estas brechas de género en las ciencias?
Creo que hay que ir empujando a tener más mujeres investigadoras que sean visibles y no invisibles. Por eso, ya implementamos una mesa de género en Concepción y lo mismo queremos hacer en las otras regiones de la Macrozona. Buscamos visibilizar su rol y que nos apoyen en dar charlas a niñas y niños para que vean que hay mujeres que hacen investigación porque cuando uno les dice que dibujen un científico, dibujan a un hombre con anteojos, bigote y con los pelos parados, la típica caricatura. Rara vez dibujan a una mujer, entonces hay que ir cambiando ese paradigma.
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